Los conocimientos básicos relacionados con la técnica que se
enseñan en los primeros cursos de las escuelas de arquitectura, así como en los
de los cursos superiores, pocas veces se integran en los proyectos que se
desarrollan durante el proceso de aprendizaje.
En general, durante la carrera y, muchas veces después, en los
trabajos profesionales el problema de la construcción se aborda de manera
simplificada y contradictoria con la complejidad del enfoque global de los
proyectos.
Tal vez, es porque la tecnología y la construcción se enseñan en
un contexto científico y técnico un poco abstracto, de manera que los conocimientos
que se van aprendiendo son difícilmente traducibles a las opciones de proyecto cuando, en realidad, técnica y forma son
la misma cosa, tal como dice el profesor de la UPM Ramón Araujo - www.estudioaraujo.es - en su tratado de
construcción “La arquitectura como técnica” - de ATC ediciones vinculada a
Tectónica. Añade además en el prólogo: “El edificio se debe concebir como el montaje de
productos industriales y, hoy más que nunca, la arquitectura está determinada
por las nuevas tecnologías. Necesariamente debemos abrirnos a su conocimiento,
en el que todos los aspectos tienen que relacionarse para lograr respuestas
integradoras”.
Cuando proyectamos, tratamos de parcelar los conocimientos y
pocas veces tenemos una visión integradora de la cuestión. Es imprescindible
saber cómo se hacen o cómo son las cosas, cómo se construyen o cómo van a
condicionar “la forma”. Normalmente, cuando nos centramos en aspectos de composición abandonamos la técnica, que queda en un
segundo plano, como si alguien, que no sabemos quién es, pudiera solucionar el
problema. Eso sí, sin modificar ni una línea de lo que hemos planteado en
nuestra fase creativa.
En ocasiones, no sabemos ni tan siquiera cuál va a ser el
problema y, por tanto, proyectamos creando imágenes que difícilmente van a ser
realidad tal como somos capaces de representarlas. La pérdida de credibilidad
de nuestras propuestas, por la dificultad de materialización, es en muchas ocasiones
es frustrante.
Un par de pasos, tan
elementales como efectivos
Este trimestre tengo la suerte de dar clase en la Escuela de
Arquitectura de Pamplona, de la Universidad de Navarra, y siempre trato de
convencer a mis alumnos de que conocer el proceso, los materiales, sus
limitaciones y funcionamiento es fundamental. No hay que aplazar el problema. Tener en cuenta el orden con el que se
colocan en obra, nos va a ayudar a tomar las decisiones vinculadas a la
escala y al nivel de concreción necesario en cada fase de proyecto.
alumnos de Xavi Ferrés en UNEA
Reordenando las prioridades y simultaneando de modo
transversal los conocimientos que ya tenemos, conseguiremos que el concepto
arquitectónico y el constructivo avancen en paralelo, eso sí, tratando con anticipación las soluciones
técnicas que ineludiblemente van a condicionar la”forma”.
José Miguel Díaz, Juan Roldán y Julia Lucas, alumnos de la
UNEA de Pamplona redibujando sus detalles en la pizarra, después de comentarlos
con el resto de compañeros de clase. Para detallar bien, en este caso es obvio, que hay
que aumentar la escala y concretar, así no sólo haremos dibujos grandes, sino que
el resultado serán “grandes dibujos”…
Es un simple cambio de actitud…Sencillo?
Xavi
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